El estudio, dado a conocer en la revista The Lancet, fue efectuado por Colaboración sobre Factores de Riesgo de ENT, una red mundial que se compone con más de 1.500 investigadores y profesionales, dedicada a proporcionar datos precisos y actualizados sobre factores de riesgo para enfermedades no transmisibles a nivel mundial, coordinada por el Centro Colaborador de la OMS en el Imperial College de Londres.
 

Al mismo tiempo, disminuyó de manera notable la prevalencia de personas con insuficiencia ponderal en este mismo lapso, lo que implica un cambio paradigmático en el que la obesidad se convirtió en la forma más común de malnutrición en muchos países.

Este cambio sugiere que un número creciente de personas en todo el mundo está consumiendo dietas que son densas en términos energéticos, es decir altas en calorías, pero pobres en nutrientes esenciales, lo que lleva a un aumento de peso y a la obesidad, mientras que su cuerpo sigue desnutrido de vitaminas, minerales y otros nutrientes escenciales.

Este fenómeno se observa con mayor incidencia en naciones insulares del Pacífico y del Caribe, así como en países del Medio Oriente y del Norte de África.

Tedros Adhanom Ghebreyesus, titular de la OMS, puso el acento en la necesidad de prevenir y controlar la obesidad desde la infancia hasta la adultez, promoviendo dietas saludables, actividad física y atención adecuada.

“Volver a encaminarse hacia el cumplimiento de los objetivos mundiales para frenar la obesidad requerirá el trabajo de los gobiernos y las comunidades, respaldados por políticas basadas en evidencia de la OMS”, remarcó.

El estudio también plantea los desafíos impuestos por el cambio climático, la pandemia de covid-19 y conflictos globales como la guerra entre Ucrania y Rusia, que podrían agravarse por el aumento de la pobreza y el incremento en el costo de los alimentos nutritivos, empeorando las cifras de obesidad y bajo peso.